lunes, 14 de marzo de 2016

AGUA: La decepción



Con el tiempo, aquella agua joven que llegó al mar y se sintió invadida por el salado elemento que cambió totalmente su ser, estaba un tanto decepcionada. Ese no era el destino que había soñado y se encontraba con que, a través de ese maridaje obligado por el lugar, perdía su esencia dejando de ser ella misma.
Esa constatación hizo que comenzase a sentirse triste y buscase la forma de escapar de aquella situación, de cambiarla para volver a su identidad, a ella misma y, de ser necesario, reinventarse.
En ese buscar, nuestra joven agua, que ya no era tan joven porque el agua envejece pronto, habló con otras aguas. Aguas que llegaron hacía mucho. Otras que llegaron con ella y otras que acababan de llegar. Así fue recogiendo opiniones. Informándose. Creciendo. Reconocía su cobardía y su falta de coraje para arrancar, dado que ya creía saber la formula para librarse de aquella situación. Se la había dado un agua muy vieja que encontró cuando fue a visitar una profunda fosa:
-Mira niña, la clave está en cambiar de estado sin perder la esencia.
Habían pasado meses desde aquella conversación pero no había tenido valor para hacerlo. Ni tan siquiera para entenderlo. Un día sintió que había llegado el momento. Era ya un agua adulta y el tiempo avanzaba rápido. Comprendió que si no lo hacia ya no lo haría nunca, así que se puso a ello.
Subió hacia la superficie de ese mar que la había acogido y que fue su sueño. Se colocó donde los rayos del sol consiguiesen calentarla y esperó tranquila. No tenía prisa porque, con la decisión ya tomada, se sentía bien. Muy bien.

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