miércoles, 13 de abril de 2016

El OSO: Oso Que Escribe

Despertó con la tremenda algarabía de sus hermanos. El sol estaba ya alto y la suave brisa mecía las hojas de los árboles. Todos lo miraban. A él y al río. Al río y a él. Se desperezó. Para aquí. Para allá. Arriba. Abajo. Y...¡zas! Se lanzó al agua.
Lo recibió un abrazo frío y la burla de una profundidad que lo superaba. Alzó la vista hacia la luz y sonrió: nadaría.Sin embargo, la sonrisa se convirtió en mueca. La corriente era tan fuerte que lo arrastraba sin que pudiese evitarlo. El fondo cambió. Rocas. Llegaba a los rápidos. Se golpeó una y otra vez. De cuando en cuando sacaba la cabeza fuera del agua y eso le permitía tomar aire antes de volver a hundirse. Aire y ver. Se acercaba sin remedio a la cascada pero nadie, ni él mismo, podía ayudarle.
Chocó con una roca y cayó. Pataleó todo lo que pudo mientras lo hacía. No sirvió de nada. Dio tumbos. Vueltas. Más tumbos y más vueltas y de pronto...tierra!. Izó si cuerpo fuera del agua llevando en sus fauces el mayor salmón que se había visto nunca en aquel bosque.
Todos le miraban. A él. Al río. Al salmón.¡Ah! ¡qué no era ese el desafío! ¡Qué se trataba del Desafío Literario 28! ¡Vaya, era eso y él ahora estaba maltrecho y pocho! No importaba. Acudiría a ese desafío y se haría tan famoso como ese Oso Abrazado a la Luna del que todos hablaban en las tertulias de las cálidas noches de verano. Si. Se ganaría la fama y el nombre de Oso que Escribe.

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