martes, 5 de abril de 2016

UN AÑO MÁS


No podría ser. Este año no. La Semana Santa tan tarde... Las vacaciones escolares tenían a los niños revoloteando por la casa y, como consecuencia de ello, no le quedaba ni un minuto libre al cabo del día. Ni siquiera había encontrado una tarde para ir de cena con su esposo y celebrar su catorce aniversario de boda.
El interfono la sacó de sus pensamientos:
-¡Gloria, vayase a casa y prepare la maleta. A las cuatro salimos para Roma. La espero a las tres y media en el aeropuerto.
¡Vaya! El Congreso de la Seda. Aquello no le iba a gustar nada a Fran, su marido, pero ambos sabían que era un compromiso que no podía, de ninguna forma, eludir.
Llegaron a las seis a Fiumichino. Alquilaron un Audi A8 y se dirigieron al hotel. Una lujosa habitación en la última planta con una amplia terraza colgada sobre la Via Venetta la recibio llena de luz.
Cuando el botones, tras recibir una generosa propina, salió, Antonio, su jefe, se acercó a ella por detrás abrazándola y besandole el cuello.
-¡Por fin! -dijo- Creí que nos perderíamos los ultimos atardeceres de marzo.
Se revolvió en los brazos masculinos ofreciéndole los rojos y carnosos labios. Fue un beso largo, prieto, desesperado. Cargado de pasión y lujuria como cada año en los diez últimos. Las manos se movieron buscando la piel, arrancando el estorbo de la ropa hasta quedar desnudos alli mismo, inundados sus cuerpos de la luz naranja del atardecer. Se amaron locamente, sin tregua, con la pasión desesperada que provocan los amores ilícitos. Llegaron al climax al unísono y quedaron abrazados, jadeantes, mientras el sol se rendía  a las tibias sombras de la noche.
Serían días de lujuria y pasión.

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