jueves, 11 de febrero de 2016

CALOR


Han pasado años, pero si cierro los ojos, aún la veo como antes. La falda corta, la espalda desnuda, la mirada pícara y el gesto provocador.
Eran días de verano. Noches cálidas que invitaban a la intimidad, al paseo, a la unión, a la complicidad y ella, fresca y segura, sabía, muy bien por cierto, desplegar toda su sensualidad.
Caminaba delante de mi contoneando las caderas, dejando que el aire acariciase su cuerpo y transportase hasta mi el dulce aroma de su piel.
Abrazamos nuestras cinturas y así, con su cabeza apoyada en mi hombro y los cuerpos muy, muy pegados, caminamos en silencio, solo dejándonos sentir, al amparo de la noche con las vacías calles de la ciudad como testigos de las miradas ansiosas, de las osadas caricias, de los ávidos besos en las esquinas...
La madrugada se acababa. El sol nos encontró desnudos sobre las sábanas de su cama, las pieles brillantes, bañadas en sudor.
Eran días de verano. Noches que invitaban al amor.

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