sábado, 6 de febrero de 2016

CUMPLEAÑOS

Era mi cumpleaños y, para celebrarlo, daba una pequeña fiesta en mi casa con amigos y compañeros de trabajo. Lo que no esperaba era que poco antes de la hora prevista, un mensajero tocara el timbre para dejarme una pequeña caja envuelta en papel de regalo. La abrí. Dentro había un perfumado tanga de mujer con una nota: "Si encuentras a mi dueña, tendrás tu regalo". ¡Vaya! Tenia una amiga o compañera un poco juguetona. O mucho.
Si quería "mi regalo", tendría que afinar el ingenio. Tampoco era cuestión de ir preguntando a todas: ¿Llevas bragas? ¿Y si me llevaba la sorpresa de que más de una no llevase? ¡Interesante propuesta! Por mucho que pensé, no podía imaginar a quien se le había ocurrido la idea.
La fiesta iba avanzando y yo seguía dándole vueltas a la cabeza. Paula, Inés, María, Julia y Ángela, descartadas. Con aquellas minifaldas, todos sabíamos no solo el color, si no también la marca de sus tangas. Ana, Lola, Carmen... tampoco. Se les marcaban bajo la ropa. Rosa y Azucena habían dejado la "hucha" y el triángulo trasero del tanga al aire al agacharse. Quedaban pues Marta, Luisa, Yolanda y Elena ¿Qué hacer?. Bueno, ¡a probar!.
Luisa. Me acerco a ella y con la excusa de agradecerle su asistencia, le doy un beso y coloco una mano sobre su cadera. Allí está. El cordón del tanga. Luisa descartada. Yolanda. Me ve. Se acerca y pasándome los brazos por el cuello, me propone, en broma supongo, perdernos en el jardín. Coloco mis manos en sus nalgas a la vez que me disculpo. No estaría bien que dejase la fiesta y... lleva bragas. Uffff, esto se complica pero, con tanto tocar culos... Me acerco a Elena, la invito a bailar y le pongo la mano en el culo. Se mosquea y me asegura que no me da un sopapo porque es mi cumple. Le agradezco el regalo y le pido perdón ¡Qué carácter! ¿Y Marta? Marta es la novia de Luis porque no quiso serlo mía. Pues nada. No le voy a tocar el culo. Le pregunto directamente: ¿Llevas bragas? Ni si, ni no. Desabrocha el botón de la cintura y me dice que mire yo mismo. De encaje. Muy bonitas. ¿Y ahora qué? Antonia, mi compañera de baile, no cuenta. Somos amantes esporadicos y, simplemente, no. O... no se, se le podía haber ocurrido. A veces se pone un poco rara. Si la descarto, solo me queda Marian. Pero... ¡joder! Marian es mi jefa. La observo. Nunca la había visto así. Siempre va muy correcta, con moño o coleta, apenas maquillada y con traje sastre que, eso si, le sienta como un guante. Hoy parece otra. El pelo negro suelto, muy largo, ondulado. Los labios rojos, jugosos, brillantes. Los ojos, también negros, profundos, remarcados por el rímel y la sombra. Una camisola con un generoso escote, unos vaqueros ajustadísimos y unos tacones de aguja realzando las largas piernas. Guapa. Elegante. No parecía ella. Se dio cuenta de mi observación y tal vez, de mi admiración. Me sonrió dando una vuelta completa. Me acerqué. A una cierta distancia le dije:
-¡Marian! Gracias por venir.
-¿A mi no me vas a besar? -contestó.
Me atraganté. Ella se rió. Su perfume era el mismo que el del tanga que me llegó en la caja.
-¿Querrás tu regalo? -preguntó mientras pegaba su cuerpo al mio y colocaba mis manos sobre sus nalgas.

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