miércoles, 24 de febrero de 2016

NO QUEREMOS


Vives en el aire. En mi aire. Eres lo que respiro. La suave brisa que acaricia mi piel cada mañana, cada momento del tiempo que vivo, si vivir es estar lejos de ti. Extrañarte. Anhelarte. Buscarte en cada esquina, en cada rincón o calleja, en cada árbol del bosque profundo en que se convierte mi mundo lejos de tu luz, de tu aroma, del dulce sonido de tu risa.
Todo ello se me niega, todo. Toda tú. Pero yo, lejos de ti, te sueño. Te pienso junto a mi, temblando al poder tocar tu pelo, al acariciar tu piel que me envuelve en su aroma reviviéndome con su calor. Miro tus labios rojos, ofrecidos como suave seda para acariciar los míos y transportarme a un mundo de sensaciones sin fin, de esperanzas y realidades.
Tu aliento abrasa mi cuello, tu respirar es música en mis oídos y tus brazos rodeando mi torso, son el descanso y el despertar de mi ser a los placeres que tu cuerpo cálido y jovial ofrece.
Más allá, eres el caminar de mis noches, la razón que guía mis sueños y hace de mi vida una utopía que se fija en ti. Que se materializa en tu realidad. Onírica, si, pero realidad no obstante.
Una realidad nítida que se manifiesta en tus caricias, en tus besos recorriendo mi cuerpo, en tu ser fundida conmigo. Cambia el olor de tu piel. El ritmo de tu respirar. Cambia también el mío. Ambos se acoplan y se hacen uno. Se vuelven sublimes, inmortales y, de esa forma, recorren el tiempo, la distancia que nos separa en lo físico y nos unen en el sentir ya para siempre.
Te vi un día en algún lugar y supe que nos pertenecíamos. Es así. Estés donde estés, a través del Universo, tú eres yo y yo soy tú. Somos, y tan solo hemos de esperar a encontrarnos, a admitirnos, a tener la valentía de mirarnos a los ojos, sonreir y decirnos "te quiero".
Y eso es todo lo que hay entre nosotros. Si tú quieres, si ambos queremos, perderemos la vida pero no podremos, de ningún modo, evitarlo. Además, no queremos ¿verdad?

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