miércoles, 10 de febrero de 2016

SIEMPRE



Estaba vacío, desolado. Tanto que no me pude despedir de ella. Entonces aparecistes tú. Te sentaste a mi lado, callada, y tomaste mi mano. Sentí el calor de tus dedos y el dolor compartido a través de unos ojos derretidos en lágrimas. Y sucedió.
En un momento, nuestros labios se juntaron buscando el consuelo en un beso tan cargado de rabia y desesperanza como de pasión. Luego, en el abrazo íntimo, nos redimimos de nuestro dolor y nuestro miedo mientras en el tocadiscos sonaba aquella canción que le hacia vibrar y beberse la vida al escucharla. Nos amamos en silencio en un único homenaje a su ser. A esa presencia suya que pululaba a nuestro alrededor queriendo aferrarse a un mundo que se le escapó cuando más quería disfrutarlo.
Pero tú y yo sabemos que fue nuestra entrega carnal la que le ofreció el camino por el que regresar a su ser y transformarse en energía intemporal. Y desde allí, lo se, acude a ti, al igual que acude a mi, hasta que al fin podamos reencontrarnos para acabar lo que el destino cruelmente le arrebató.
Mañana, después de tanto tiempo, volveremos a encontrarnos, volveremos a amarnos y volveremos, como hace tanto tiempo, a ofrecerle un camino que le permita seguir anclada a este mundo, que seguirá siendo el suyo, en tanto tú y yo estemos en él.
Siempre, tú lo sabes muy bien, siempre la amaré.

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