domingo, 14 de febrero de 2016

Y LA VIDA SIGUE


Te recordaré en mis horas de soledad cuando no vea tus ojos mirarme con deleite. Cuando no me llegue tu perfume mezclado con el aroma del café y las tostadas.
Y sabré que mi vida camina al traspiés, tropezando en las huellas que tus pasos dejaron en el camino que recorrimos juntos y que permanece ante mi lleno de claros y sombras bajo las que descansa tu imagen en mil posturas. Fotografías en sepia pasando ante mis ojos inundados por la bruma de la emoción o del temor a vivir sin aquello que te llevaste contigo.
También empiezo a sospechar que no será tu piel lo que más eche de menos. Tus besos, tus caricias, tus abrazos. Tu gemir en las noches o tu suave respirar en las mañanas. El calor de tu cuerpo pegado al mío, la seda de tu pelo en el éxtasis que nos fundía de placer cuando el deseo nos llamaba.
Extrañaré tu alma. Eso que, aun no sabiéndolo definir, se desprende de ti para completar lo más profundo de mi existencia. Porque será lo intangible de tu presencia lo que haga más profunda, más desesperante y más amarga esta nueva forma de vida que se instala en mi hogar y en mi alma. Una soledad que me obliga a abrir las ventanas para no axfisiarme, para que la luz inunde mi entorno haciéndome ver un mundo, más allá de mis fronteras, que no me importa ya nada. Sea cual sea su vaivén, tan solo será para mi un lugar pequeño en el que habré de moverme, de respirar, tratando de sobrevivir a mis propias emociones.
Viví solo para conocerte. Contigo para no soñarte. Te buscaré en mil vidas y en tres mil nuevos amores que serán tan viejos como la vidas que viví para encontrarte. Ya nada será lo mismo ni tendrá los mismos colores, la misma luz y, sin embargo, todo sigue avanzando, existiendo, teniendo un fin que es, a la vez, un principio con la única razón y el único sentido de pensar en ti sin querer olvidarte.

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